lunes, 9 de diciembre de 2013

Reseñas de libros: “De origine et progressu Officii Sanctae Inquisitionis”

El término Inquisición hace referencia a varias instituciones dedicadas a la supresión de la herejía mayoritariamente en el seno de la Iglesia católica. La herejía en la era medieval muchas veces se castigaba con la pena de muerte, y de ésta se derivan todas las demás.

La Inquisición española o Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición fue una institución fundada en 1478 por los Reyes Católicos para mantener la ortodoxia católica en sus reinos. La Inquisición española tiene precedentes en instituciones similares existentes en Europa desde el siglo XII, especialmente en la fundada en Francia en el año 1184. La Inquisición española estaba bajo el control directo de la monarquía. No se abolió definitivamente hasta 1834, durante el reinado de Isabel II. Pero su abolición fue aprobada en las cortes de Cádiz en 1812 por mayoría absoluta.

La preparación y formación teológica expuesta tanto por los dominicos como por los franciscanos hizo que al fundarse la Inquisición, las autoridades se fijaran en estos religiosos y le confiaran su organización, que llevaron adelante con mucho celo, al punto de que los primeros quedaron asociados para siempre con este célebre tribunal. Tal vez los más famosos inquisidores son Bernardo Gui (o de Guio) y Tomás de Torquemada, ambos dominicos.

En la Biblioteca Patrimonial se conserva uno de los más importantes documentos históricos de la Inquisición española “De origine et progressu Officii Sanctae Inquisitionis”, (“El origen y el progreso del oficio de la santa Inquisición”) en su primera edición de autoría de Luis de Páramo publicada en Madrid por la Imprenta Real en 1598.

Su autor Luis de Páramo fue un clérigo e inquisidor toledano de la segunda mitad del siglo XVI y primera del XVII.   Procedía de una familia con fuertes vínculos con la Inquisición española. Fue inquisidor en Sicilia, y un hermano suyo lo fue en la misma Toledo. Durante su mandato, publicó en Madrid la obra De origine et progressu Officii Sanctae Inquisitionis, eiusque, dignitate & utilitate (1598), que procuraba legitimar históricamente el tribunal de la Inquisición, pero que recogía además la doctrina básica sobre sus fundamentos, funciones y actividad.

Luis de Paramo en esta obra afirma que “la censura es imprescindible para preservar las buenas costumbres de los ciudadanos.  Pero la tarea del censor en un estado fiel a Cristo es más trascendental, si cabe: ya no se trata sólo de conservar el régimen y la constitución estatal (disciplina Romanorum), sino de salvaguardar la doctrina de Cristo, velar por la fe católica, y, de paso, aumentar la gloria de Dios.  Ya que la amenaza mayor para la salud de la República Cristiana la representan las opiniones contrarias a la verdadera fe, le corresponde a la Santa Inquisición la tarea y la obligación de identificar a los herejes, destruir sus libros y revelar así el buen camino a los errantes”.

La idea de Páramo era “denunciar el poder de la falsa doctrina que esparcen los herejes como veneno mortífero para condenar a la perdición las almas infelices”.
Para tener actualmente alguna idea de la jurisprudencia, de la Inquisición y de la forma de su procedimiento desconocida entre los tribunales civiles, se destaca el Directorio de los inquisidores que Nicolás Eymeric, gran inquisidor del reino de Aragón a mediados del siglo XIV, compuso en latín y dirigió a los inquisidores, sus colegas, en virtud de la autoridad de su cargo.
Poco tiempo después de la invención de la imprenta, el año 1503, dieron a luz en Barcelona una edición de dicha obra, que se repartió a todas las inquisiciones del mundo cristiano. En Roma, en 1518, apareció la segunda edición de la referida obra con anotaciones y comentarios de Francisco Peña, doctor en teología y canonista.
Santo Domingo fue el verdadero fundador de la Inquisición, pero Luis de Páramo fue uno de los escritores más respetables y más brillantes del Santo Oficio. Refiere en el título II de su segundo libro que Dios fue el que instituyó el Santo Oficio y que ejerció el poder de los hermanos predicadores contra Adán. Por eso empezó por citar a Adán ante el tribunal: ¿Adan ubi est?, y efectivamente, añade, el defecto de citación hubiera anulado el proceso de Dios. Los trajes de piel que Dios dio a Adán y a Eva fueron el modelo del «sambenito» que el Santo Oficio mandó llevar a los herejes; verdad es que este argumento prueba que Dios fue el primer sastre, mas no por eso es menos evidente que fue el primer inquisidor. Adán fue privado de todos los bienes que poseía en el paraíso terrenal, y por eso el Santo Oficio confisca los bienes de todos los que sentencia.

En “De origine et progressu Officii Sanctae Inquisitionis, eiusque, dignitate & utilitate” Luis de Páramo enumera luego los herejes que sentenció a muerte la Inquisición, y según se cuenta exceden de cien mil. Su libro se imprimió en Madrid el año 1598, con la aprobación de los doctores, con elogios del obispo y con privilegio del rey.

Páramo era un hombre sencillo y exacto en las fechas, que no omitió ningún hecho interesante, y que contó detalladamente el número de víctimas humanas que el Santo Oficio inmoló en todos los países.



En el centro de la portada encontramos el escudo de la Inquisición española. A un lado de la cruz, una mujer con la espada simboliza el trato a los herejes, al otro lado otra mujer con la rama de olivo grafica la reconciliación con los arrepentidos. Rodea el escudo la leyenda «EXURGE DOMINE ET JUDICA CAUSAM TUAM. PSALM. 73», que en latín significa: Álzate, oh Dios, a defender tu causa, salmo 73 (74)




Texto e imágenes:

Felipe Gilabert Rodríguez
Bibliotecólogo Biblioteca Patrimonial Recoleta Dominica
 

Fuentes:

Wikipedia. Inquisición española. 2013.
Disponible en línea en:

Wikipedia. Orden de Predicadores. 2013.
Disponible en línea en:
http://es.wikipedia.org/wiki/Orden_de_Predicadores

Torre de Babel Ediciones. Inquisición. 
Disponible en línea en:

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